Las enfermedades pulmonares intersticiales (EPI) representan un amplio espectro de procesos de etiología diversa, presentación clínica variable y en ocasiones de nomenclatura confusa. Se reconoce un gran número de entidades bajo este término y se han organizado en dependencia del conocimiento o no de su etiología. De esta manera, se encuentra el grupo de las relacionadas con enfermedades del tejido conectivo, las enfermedades granulomatosas, las condicionadas por exposiciones ambientales, las inducidas por drogas, las relacionadas con tabaquismo y otro grupo conformado por las neumonías intersticiales idiopáticas (NII).¹

La Artritis Reumatoide (AR) a su vez, se define como una enfermedad autoinmune, crónica y sistémica, que afecta principalmente a las articulaciones periféricas. Es la más frecuente de este grupo, con una prevalencia que varía entre 0,5 a 1% de la población. Es mucho más frecuente en mujeres que en hombres y suele presentarse en la edad adulta; a largo plazo genera un daño articular progresivo, irreversible y, por consiguiente, discapacidad asociada a un aumento del riesgo de desarrollo de cáncer, infecciones, enfermedades cardiopulmonares y metabólicas.²